Es el tiempo el que hay que celebrar, no me queda ni un hueco en el cuerpo para sembrar la duda. Hace un mes regresamos de México y seguimos procesando. Realmente fue mágico. Estar en el momento y en el sitio precisos, en sintonía y con la disposición para que sucedan cosas. Y vaya que ocurren. Los libros también tienen eso: el poder de vincular ideas remotas, emociones comunes, aprendizajes, pero también tiempos y lugares lejanos, proyectos, caminos y personas que, sin siquiera imaginarlo, de repente se encuentran literalmente en la misma mesa.
Este viaje tenía varios propósitos: familiar el primero; la parada en San Miguel de Allende —que ya es ritual—, papeleos en la capital con su respectiva dosis de estrés, y una feria de libros para cerrar como nos gusta: agotados pero completos. Y como las fechas lo permitían y nos hacía ilusión llevar un poquito de lo que está siendo Tabletimes a México, lo cuadramos.
Y nos fueron pasando cosas. Encuentros que atesoramos y que nos recuerdan que sí, que de alguna manera todo, todas y todos estamos conectados. Es cuestión de querer verlo. En San Miguel, Pau nos llevó a conocer a Luis, quien hace más de doce años decidió averiguar cómo regenerar un buen trozo de tierra dañada para elaborar quesos de una manera diferente, en La Factoría.


Luis nos habló de cómo nuestra salud no empieza en el plato sino que viene de mucho más atrás, tiene que ver con la microbiota de la tierra. Saludamos a las vacas, esas señoras majestuosas con nombre propio que se antojaba abrazar solo de verlas a los ojos. No dejo de pensar en esa respons-habilidad de la que habla Donna Haraway, en esas relaciones recíprocas y el lenguaje multiespecie que ya no sabemos hablar. Lecciones ancestrales de las que nos hemos distanciado y que es vital recuperar, o al menos intentarlo.
Por la noche partimos una rosca gigante que había preparado Pau con sus amigas y amigos, mientras recibíamos las palabras que nos regaló Claudia Polo en El País Gastro. Qué bien sentó repasar nuestro andar hasta ahora. ¿Y qué comemos mañana? ha llegado a tantas manos y eso también lo celebramos.


Cada vez que volvemos a la Ciudad de México se siente como adentrarse en un lugar desconocido. Es lindo regresar con ganas de ver más allá, de observar con más atención y descubrir cosas que antes pasaban desapercibidas.
En Molino El Pujol por fin me quité de encima el antojo tremendo que tenía de tamales, pero el taco de hoja santa y aguacate o la quesadilla con huitlacoche acompañados de un agüita de maíz, lo valen todo. Qué maravilla tantos sitios con una carta simple y llena de productos vegetales. Maizajo, otra parada obligada.
Conocimos a Jorge Linares y su proyecto mise en print: cafetería y librería gastronómica —y alternativa—, con una selección de publicaciones muy buenas y difíciles de encontrar en México. Nos llevamos Essays on Kitchens de Ania Rosinke y Maciej Chmara, publicado por Spector Books, que habla sobre el aspecto sociocultural del espacio que ocupan las cocinas, y otro fanzine sobre la cultura taquera autopublicado por Jorge. Justo en frente de mise en print, Jorge y Pilar dirigen una taquería, Tizne Tacomotora, pendiente para la próxima.
Nos interesaba la traducción que publicó Taller de Ediciones Económicas de Val Plumwood titulado hacia un enfoque alimentario de la muerte, así que contactamos con Nicolás, quien lleva esta editorial centrada en «textos que se imbrican con preguntas en torno a la organización política, el trabajo colectivo y las discusiones situadas», y nos trajimos cinco ejemplares que en breves podréis encontrar en el catálogo. Repusimos stock de Recetario para la memoria (Sinaloa) y volvimos con unos cuantos ejemplares de la segunda edición, Recetario para la memoria (Guanajuato).
Mi hermana organizó una visita a Xochimilco y conocimos el proyecto Arca Tierra, de la mano de María Vargas, una apasionada que nos contó sobre la historia de este lugar que nos conecta con tiempos anteriores. Arca Tierra es un esfuerzo colectivo que practica la agricultura regenerativa para sanar la tierra de una de las zonas más antiguas y ricas del valle. Quienes construyeron las chinampas [del náhuatl - entre la cerca de los carrizos] —una especie de balsa hecha de ramas de sauces y materia orgánica—, eran genios del diseño urbano, sabían observar y aprendieron a vivir en la naturaleza siendo parte de ella; eso sumado a que el clima era ideal: lluvia durante todo el verano y los volcanes alrededor aportando minerales a la tierra.
Xochimilco es un museo vivo y el pulmón de la ciudad. Sin embargo, no se valora ni se ha valorado como tal. La vivienda es un problema, el 60% de las chinampas están en estado de abandono y el 70% de los alimentos en México vienen de fuera. No hay un relevo generacional porque no interesa, como en tantos países. El campesino siempre ha sido discriminado a pesar de que obtener alimento de la tierra requiere de un conocimiento brutal. Los productores no llegan a ver el beneficio y como consumidores, ni siquiera se cuestiona el impacto, porque «hasta la Coca-Cola viene del campo»; María comentaba que «estamos acostumbrados a que las cosas se vean bonitas pero no sabemos ni a qué deberían saber», es grave el problema.
Hoy, Arca Tierra abastece a unos 40 restaurantes, «porque es invertir en el futuro y es conveniente participar en la economía local y porque, desafortunadamente, la comida fresca ahora es un lujo y no un derecho». El proyecto ha crecido y es una red agrícola para toda la región; tienen un sistema de canastas en el que están suscritas unas 290 familias, y también llevan a cabo la Escuela campesina, porque «el futuro es ancestral».
Finalmente Index Art Book Fair nos sorprendió con creces, organizada por Casa Bosques en la galería kurimanzutto. No es que hayamos ido a muchas ferias pero esta ha sido un hervidero de gente y de historias. Llevamos los libros que nos cabían en la maleta. No eran muchos pero teníamos que haber llevado el doble porque el sábado empezamos con cuatro libros y por la tarde, se habían terminado.


Nos encontramos con Yana de la editorial Kunstverein de Ámsterdam, con Rubén de Handshake y justo nuestros vecinos de mesa eran Malia y Alan de Inga, una librería en Chicago, con quienes habíamos estado en contacto por correo a principios de 2023, ya que queríamos añadir al catálogo su publicación Film Food Footnotes II. Fue lindísimo ponernos cara. Esto es lo mejor de las ferias, las amistades que te llevas.
Yasmine Ostendorf-Rodríguez presentó Let’s Become Fungal! Micelial Teachings and the Arts —otra publicación que próximamente será parte de la selección— junto a Andrea Spikker, diseñadora del libro editado por Valiz. Ya hablaremos de él, pero por ahora, haber tenido la oportunidad de aprender sobre su proceso editorial con un mensaje tan potente y necesario, ha sido un lujo. Este libro es una inspiración para la línea editorial que queremos seguir en Tabletimes y una recomendación para encontrar alternativas a los sistemas actuales.
Si hay una voz que ha marcado mi manera de aproximarme a la comida desde miradas periféricas, ha sido la de Valeria Mata. También coincidimos en Index. Disfrutamos bailar sin ver la hora en el Barba Azul con lo rico que suena la música en vivo, y al final nos faltó tiempo para platicar. Lo recuperaremos. Por ahora, tengo aquí su reciente publicación Ser como de la familia sin salir en la foto, publicada por la editorial nicaragüense azetaguía; una reflexión sobre la labor de las empleadas domésticas y sus borrosos límites sociales entre el trabajo y el cuidado, otra faceta irremediablemente relacionada con la alimentación.
Me quedo con este pensamiento de Ursula K. Le Guin sobre ofrecer a la imaginación del lector «el mejor y más puro alimento que pueda absorber». Esta es la directriz que deseamos, servir de vínculo para enredar-nos mejor, para producir y reproducir conexiones de creatividad e imaginación en el horizonte. Han pasado muchas cosas. Hoy celebramos darles continuidad y la suerte de coincidir.

